Hace unos 20 años o más, preadolescente compré por instinto creo, algunos vinilos parte de una colección española descontinuada en la exposición de peñuelas (extinta feria anual de la agroindustria y de lo mucho más que puede albergar una feria anual), se llamaba “enciclopedia del rock” con revista y todo, elegí y compré entonces sin mucho conocer ni entender varios discos 33 1/3 de Blues, por qué?.. quizá por algún acercamiento desde el countrymusic norteamericano que oía y oye mi padre... por qué no? calce los hay geográficos y temporales. conocí así a Muddy Waters, Otis Spann, Sony Terry, Brownie McGhee, Mike Bloomfield y para mi el más importante de todos John Lee Hooker. Me impresionó, con palabras de hoy, lo poco, la síntesis de un cadente caos o un frenético aullido en dos acordes, las texturas de la voz, unos gemidos de ultratumba y ultramar, los punteos de guitarra llenos de un hierro filosófico... silencio , mucho silencio... sus sonidos intervienen acerados como disectando. (me volé) J.L.H. se encumbró hasta el olimpo de mis oídos.
Hoy me encuentro con el bluesman malinke Ali Farka Touré( 1939 –2006). En él la música fluye, por las aguas del Níger, vertiente de las etnias más antiguas del planeta. La musicalidad es prístina, natural, aromática, arcillosa, cuajada en tiempo de ancestros, templada por los espíritus del río. Farka trasunta como pocos la realidad de su entorno con sencillo y originario gesto, reivindicando la “funcionalidad” de la música como agente místico y expresivo de la más noble experiencia humana. Mali posee por mayoría población musulmana, no obstante coexisten un gran número de culturas nativas con sus creencias y ritos, entre ellas se profesa que bajo el río Níger se halla el territorio de las almas, quienes poseen el don de conectarse con ellas y el inframundo son llamados hijos del río.
El Delta del río Mississippi al sur de los EEUU en el golfo de México, dio origen a los verdaderos bluesmen de entre la colonia de esclavos negros internados desde el siglo XVII fundamentalmente para labores agrícolas. En esencia aparecen evidentemente resonantes y fieles a aquel sonido en el medio oeste africano. El nexo es directo en la superestructura, la mística economía de recursos puestos en cadencia circular en virtud de procurar cierto trance por siempre presente en culturas "no occidentales". El blues es básicamente un canto, con tintes de plegaria y anecdotario etílico, podría parangonarse somera y caprichosamente al canto a lo humano y lo divino hecho en décimas y con guitarrón Chileno, (otro tema). La diferenciación más notable está en el objeto, el Blues Americano como le conocemos nace o renace desde una situación poco afortunada (esclavitud) la fricción propia que significa ser negro en el país del norte, el leitmotiv es contestatario, se profesan dolor, desarraigo, miseria, crímenes, alcohol, evasión, sin más, la realidad de un pueblo por centurias oprimido. Farka en cambio desde su “privilegiada” ubicación y tiempo, canta amando a su tierra y educa para hacerlo, en sintonía con las leyes de la naturaleza que vio nacer a sus ancestros e hijos, en constante dialogo y concordancia con el cielo la tierra y el río. (afuera)
(Mali logra independizarse de Francia en 1960 y el nuevo gobierno decide impulsar la cultura local (nación Malinke), de ahí la situación privilegiada y coyuntural de Farka Toure.
Ali Farka es conocido en Europa a travez de las primeras grabaciones que envía a francia; luego en todo occidente tras obtener un grammy junto a Ry Cooder en 1994 con el disco “Talking Timbuktu”. Fue apodado “el John Lee Hooker africano”... la verdad es que aunque descronologizado Hooker podría ser el Ali Farka Norteamericano, al reproducir con eco el sonido genómico... la tradición que el campesino de niafunké en el profundo Mali creó y recreó desde antes que hombre (niger) conociera al otro lado del Atlántico.
